¿Qué es una joya? ¿Y una pieza de bisutería? ¿Cuál es la diferencia entre ambas?

Estas  tres preguntas han sido un foco de discusión recurrente a lo largo de los años.

En la  actualidad, nada más lejos de solucionar el conflicto, los avances alcanzados en ambos  sectores han producido que, en algunos casos, la diferencia entre joyería y bisutería sea  casi imperceptible.  

Tradicionalmente, los criterios que se han utilizado para diferenciar la joyería de la  bisutería son: composición, proceso de producción y calidad.

Se considera que, para que  una creación pueda considerarse joya debe estar compuesta por metales preciosos (el  platino, el oro y la plata) así como aleaciones de estos materiales entre sí o con otros  materiales metálicos.

Además, la producción debe realizarse de manera artesanal (evitando la fabricación estandarizada) y la calidad de la joya debe convertirla en un  producto duradero resistente a las temporadas y el “fast-fashion”. 

Siguiendo estos criterios, parece fácil identificar a la bisutería como los accesorios,  normalmente más baratos, que cada temporada copian los diseños de importantes  marcas de joyería.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando creativos de la joyería cómo Silvia  Furmanovich o Wallace Chan introducen nuevos materiales como titanio, porcelana o  madera en sus creaciones? ¿Cómo es posible que cierta bisutería alcance precios  superiores a una joya hecha con metales nobles? 

El sector de la joyería y de la bisutería han ido evolucionando, de manera que se ha vuelto  imprescindible la introducción de otros criterios a la hora de valorar una joya. Conceptos  como diseño, acabados, originalidad, presentación, sostenibilidad … Son elementos  fundamentales de la joyería contemporánea que nos ayudan a identificar una joya y  darle el valor que esta merece. 

Si nos centramos en el aspecto sostenible, estos son los tres puntos claves en los que nos debemos fijar para identificar la diferencia entre joyería y bisutería:

Ciclo de vida. Las joyas están fabricadas con materiales de alta durabilidad. A pesar de su uso continuado, las joyas pueden traspasarse de generación en generación. En contraposición, el ciclo de vida de la bisutería suele ser más corto.

-Reparación. Una joya puede repararse y reinventarse con facilidad. La calidad de los materiales y el saber hacer de un artesano, permiten alargar la vida de una pieza cuando esta ha sufrido algún tipo de deterioro. Sin embargo, ¿has intentado arreglar unos pendientes de bisutería? ¿Cuánto tiempo han tardado en perder el color desde que lo compraste? La reparación de la bisutería es, de manera general, más costosa que el precio de la propia pieza y tampoco te asegura una mejora considerable de su ciclo de vida.  

-Economía circular. Nuestros gustos cambian, nuestras preferencias también, y la joya que tanto nos gustaba hace un tiempo puede haber perdido nuestro interés ahora. Sin embargo, una pieza de joyería puede reinventarse gracias a un nuevo acabado, un pequeño arreglo o incluso un diseño completamente nuevo sin sacrificar la calidad de los materiales. Esta versatilidad es difícil de encontrar en la bisutería.

En definitiva, tanto si somos expertos del sector como consumidores, debemos exigir  transparencia y apostar por aquellos productos en los que se hayan integrado  cuidadosamente los valores tangibles e intangibles inherentes a una joya. 

Bibliografía: 

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